Maculino y Femenino

 

MASCULINO Y FEMENINO

La aprehensión de la esencia de las cosas es como un proceso alquímico que requiere depuraciones casi infinitas. Nunca se llega, en realidad, pero intentarlo una y otra vez es una de las mejores cosas que podemos hacer. Y aquí estoy, como un loco en cualquier colina, con mi voz clamando en el desierto. 

Por supuesto que hay todavía muchas cosas que decir sobre la dualidad o las dualidades. Ya dije que es como un fractal que está en todo y se repite en todas las dimensiones y en todos los estados. Por ejemplo, hoy quería decir cosas de una dualidad que es importantísima para todos los seres vivos: la sexualidad, compuesta de lo masculino y de lo femenino. 

No voy a insistir ya en el hecho de que en cualquier dualidad uno de sus elementos no tendría existencia funcional sin el otro. Me parece que a estas alturas ya debería quedar suficientemente claro. Sería más interesante en cambio examinar en este caso las particularidades de esta dualidad tan cercana a nosotros y a la vez tan desconocida. Lo primero, ¿de dónde viene? ¿cuál es su origen?

Aunque tenemos relatos antiguos que intentan explicar cómo llegaron a existir los géneros, hombres y mujeres, machos y hembras, la verdad es que son difícilmente creíbles hoy día. La Biblia dice que Dios creó a Adán a partir del barro y le insufló vida, y luego, al cabo del tiempo, cuando estaba dormido, le quitó una costilla y de ella creó a Eva. En otras creencias antiguas se dice que el Universo es primordialmente femenino, siempre lo ha sido y siempre lo será, mientras que lo masculino es sólo un accidente, un experimento, una espontaneidad temporal que acabaría siempre disipándose en lo eternamente femenino, de donde surge. Como si lo masculino fuera una simple llamarada o un breve relámpago fecundador que enseguida se oscurece y desaparece. Yo no creo en ninguna de esas visiones. Si atendemos a la mecánica de las dualidades que ya hemos visto, ni lo masculino es anterior a lo femenino, ni al revés tampoco, sino que ambos surgieron del modo que sea, pero al unísono, simultáneamente, todo ello si es que no han existido por siempre, como sospecho.

Lo masculino y lo femenino -no el sexo, del que hablaremos después, sino su esencia-, son principios universales en el gran teatro de operaciones de la vida y de las cosas. Son energías específicas primordiales que no podrían existir nunca la una sin la otra y viceversa -no podrían existir en el sentido que ya hemos visto: porque no serían funcionales ni perceptibles individualmente, sino sólo en conjunción-. Son como los dos lados de un espejo, o las dos caras de una moneda. Son hermanos siameses. Lo masculino es el principio o la fuerza que se expande, lo que avanza, lo que penetra, lo que se manifiesta, lo activo, el contenido de las cosas. Lo femenino es el espacio y el tiempo, lo que abarca, lo que contiene, donde se manifiestan las cosas, donde discurren éstas, lo pasivo, el continente de todo.

Por ejemplo, una energía única, concreta, determinada, que existe y puede existir de por sí eternamente en un vacío lleno de sí misma, decide, por decirlo de alguna manera, atendiendo a su naturaleza, manifestarse y operar en ese vacío lleno de su propia energía indiferenciada. Para ello se desdobla a sí misma, necesita desdoblarse a sí misma, y una parte de ella es acción y la otra reacción, una parte ejecuta y la otra crea el escenario necesario para que eso, lo que quiera que sea, pueda ejecutarse. Por ejemplo, si no hubiera espacio tiempo, cualquier fuerza o cualquier principio activo no tendría ni dónde ni cómo ni cuándo manifestarse. Pero si sólo hubiera espacio tiempo, necesitaríamos cualquier fuerza o cualquier principio activo manifestándose para saber y percibir que ahí hay algo. Esta es la esencia más elevada de la dualidad de lo masculino y lo femenino, lo que es la manifestación más simple de la energía creadora.

Luego está la dualidad de la sexualidad, que es una evolución inferior de aquella primera, pero que, no obstante, sigue el mismo principio.

Aunque ya las razas estamos mezcladas y también los sexos, produciéndose variaciones de todo tipo que nos puede llevar a la confusión, el principio masculino sigue estando ahí, en el hombre, y el principio femenino igualmente en la mujer. Todo ello considerado mayoritariamente, claro, porque hay también variaciones de intensidad de ambos principios masculino y femenino en un mismo ser humano. Ese es un tema polémico en el que es mejor no entrar.

Pero sí me gustaría terminar diciendo que gracias a esta dualidad que viene de la noche de los tiempos, los seres humanos y en general todos los seres vivos, podemos experimentar el éxtasis divino de la creación cuando el principio que nos distingue, el sexo que somos y sentimos, encuentra su otra contraparte y podemos unirnos con ella en una explosión de energía creadora.  Es algo que supera todos los sentidos y todas las expectativas, lo que en verdad nos hace dioses donando conciencia y creando vida.

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