POEMAS (2)

 

 

Mujer 

Mujer, tiempo no tendré en esta vida

para pagarte tu anhelante paciencia

y tu comprensión sin límites.

 

Aquí me debato entre las sombras de mis temores

buscando la verdad de un camino sin trueques,

que no exija precio de vida el seguirlo

manteniendo puro y santo el sentir libre.

 

Como ayer, igual que ayer, como siempre,

como aquella noche que el amor nos rondó

y nos hizo suyo para siempre tal vez,

manteniendo unido el abrazo mortal de nuestros deseos.

 

Escúchame si puedes esta reflexión ajena

nacida del fuego que en mi interior anida,

reflejo de una vida que el universo anima

del que tan sólo soy un simple espejo.

 

En mí confluyen y de mí parten

como de ti los rayos de la vida,

no somos nada y lo somos todo

dando tanto una como otro

pues lo que ha sido no deja de ser

en un mundo sin tiempo y sin fronteras.

 

Yo vivo en continua despedida

de mi tiempo, de las gentes, de las cosas,

sintiendo dentro quemarme la tragedia

del sentirse vivo y saberse muerto un día,

a medio camino del amor y el desapego.

 

No puedo cerrar mis ojos a la cruda

realidad efímera que se me muestra

ni quiero creer en lo que no creo

ni dormir mi fe en laureles yertos.

 

Yo gusto de la altiva dignidad

de quien camina erguido hacia el abismo

cuando sabe que es llegada la hora de hacerlo,

y en eso mi espíritu incansable trabaja

teniendo por infame otras labores

que enturbia la mente del hombre que renuncia

a su grito desgarrado de ser hombre.

 

Tal vez tu alma de mujer otros mundos

haya encontrado, y otras fuentes

mantengan más viva tu esperanza;

más es mi sino ser y no ser a un tiempo

si es posible ello en mundo tornadizo

que siempre ha sido y nunca llega a ser.

 

 

Soledad

Mal, muy mal me siento hoy

solo entre gentes ocupadas,

triste, furioso, mohíno, melancólico,

amante solo de mi sombra alterada.

 

Sin ese lazo que al hacer de mundo me una,

desconocido del hombre y de sus cosas,

vago por las calles arrastrando mis pesares

temeroso de mí, harto de mí, huyendo de mí.

 

Un cariño, esa mano amiga, aquella mirada,

todo eso hoy me fue negado,

y al final de la noche, cansado ya y roto,

me ofreció un banco su silencioso asilo.

 

Allí me dejé rodear, en mi soledad ajeno,

del ruido de las gentes, sus risas y los coches;

toda vida que deslumbra mi ceguera

o callada muerte que amenaza mi esperanza.

 

Dilema inútil pues caminando sigo a mi pesar

sin conocer destinos ni físicos amores por las calles,

loco, quizás perdido para siempre en mi locura,

y solo, en oscura e irremediable soledad.

 

 

Ausencia

Hoy estás vacío, muchacho,

no amas ya y te mueres,

no sabes ni conoces del vivir,

mientras los días pasan

como estaciones de tren

cuando vas dormido en tu vagón.

 

¡Despierta!, hombre, y mira

cómo aquí y allá las golondrinas

te anuncian con su vuelo de alegría

el libre e inocente sentir

¿Acaso estás muerto ya?

 

Un suspiró se escapó

trocando en aire el dolor

y por misteriosa magia

del dolor la risa plagia

 

 

Mente 

Dice el sabio que este mundo

pensado fue un día cualquiera,

que nada existe sin idea primera

ni atento amor que la fructifique.

 

Mas, ¡Oh! Dios, que este mundo sobrepasa

a todo pensamiento en su realidad presente.

¿Cómo saber si fue por mí pensado,

o si a mí me piensa, todo lo que existe?

 

 

Luz

A vosotros, los llenos de gloria,

los henchidos de vida, los fuertes,

los que no conocéis del dudar

y vuestra mirada traspasa todo devenir,

a vosotros os dedico mi canción.

 

Yo no soy vuestro igual, en mi alma

encogida late siempre el temor

y mis ojos lloran de tanto buscar

y no encontrar.

 

Un día es la rabia, otro la pena,

y mi corazón no para de vaciarse.

Hay otros en que dubitativo me pregunto

si no seré de corazón infinito

pues nunca jamás me siento

cansado del todo.

 

Tras de toda luz siempre encuentro

una sombra,

y más allá otra luz,

y cual animal oscuro y miope

la luz es mi necesidad.

Jamás podré volverme ciego.

 

Voluntad 

De pronto, en el silencio reinante de la noche

una figura majestuosa y brillante se alza

entre las sombras de entorno.

 

De su boca surge un grito estentóreo, inhumano,

que invade todos los rincones

de todos los espacios

y que estremece los últimos

quejidos de la vida.

 

¡Adelante!, se adivina ocupándolo todo,

¡Adelante y no cejéis!

 

Y algo instantáneo y arrollador

comienza a nacer

en todos los corazones,

algo con lo que no puede

ni los vientos fúnebres

ni destinos terribles.

 

Es la voluntad escondida de vivir la que brota

entre estiércoles y miserias de podredumbre.

 

Tiempo 

Tal vez no sepas tú de las vueltas

que las ruedas del destino nos deparan en su girar,

más el tiempo, que es cerrado y redondo, nunca deja

que lo empezado un día no tenga en otro su acabar.

 

Hoy te he visto aquí, ya ves, después de tanto tiempo

y seguías igual para mí tan solo, que en el alma sentí borrarse

de un solo golpe mi profundo cariño de otros tiempos

cuando recordar quise contigo aquel primer encuentro ruboroso

que llenó mi fe de inocencia y alegría por la vida.

 

Entonces clavaste en mí tus ojos de lejana extrañeza,

ojos que no te pertenecían,

y un tímido “no recuerdo” salió de tu boca asombrada

transformándolo todo en dominio del olvido

 

Cumplió en ti el tiempo su destino,

borró imágenes, estatuas y superfluas figuras,

más yo, memoria sola, andante y peregrina,

de vuelta iba cumpliendo con mi vida

aquel no hacer de mi tiempo ido.

 

Guerrero 

¡Ah!, pobre joven que un día

sopló sobre mil cabezas

¿tarde es ya en tu largo sino

para querer dar la vuelta?

 

Marchaste presuroso

hacia tu estrella lejana,

en mil batallas venciste

sin ganar jamás la guerra.

 

Dejaste de ti un pedazo

en cada esquina, en cada cueva,

para alimento de hambrientos

y avaros de cualquier escuela.

 

¡Adiós!, te dijeron muchos,

adiós, que ahí te quedas,

que es tu sol muy lejano

y se pierde entre la selva

 

¡Adiós!, les dijiste tú

y también toma, no fenezcas

que si lejano es mi sol

el tuyo apenas calienta

 

Abrigos de amor diste

a quien soledades te dio

y así fuiste quedando solo

con tu estrella y con tu amor.

 

 

Viaje

La nostalgia del perdido anhelo

semeja en el alma al faro que se aleja

dejándonos libres

en la oscuridad

de mil estrellas brillando en el cielo.

 

¿Cuál es mi rumbo?, ¿dónde mi guía?

Camino sobre estelas de brillo pasajero

en todas dejando mi marca y señal

herencia invisible que al mundo dejo

temiendo si acaso dolorosa será.

 

 

 Espera 

¿Sabes?, ayer algo se abrió en mí,

una fuerza, una luz me poseyó

y por un instante lo comprendí todo.

 

¿Hoy?, hoy todo es como es hoy

sin nada de ayer ni de mañana

y una larga espera me espera en mi balcón

mientras llega mi hora de libertad.

 

Camino 

Todos decimos un día

¡adiós!, yo debo seguir

y con nuestras penas al hombro

y los zapatos raídos

marchamos hacia el destino

que tal vez tengamos trazado

dejando el viento a la espalda

mirando de frente la aurora

con el corazón henchido

de temores y esperanzas.

 

¿Qué pasará sin un día

nos toca a nosotros escuchar

¡adiós!, que ahí te quedas

pues ya no puedes andar?

 

Misterio 

El Sol alumbraba aquella tarde

un rincón de mi paraíso soñado

y yo, sentado entre piedras de otros tiempos,

dormitaba con mis sueños de terrores.

 

Ocurrió al fin que en un momento

se oscureció el cielo y las sombras me invadieron

y yo, despierto en lo negro de la noche,

anhelé de nuevo mi rincón perdido.

 

Cultura

Mil dientes feroces martilleaban el espacio

y el espacio a sí mismo se construía

como en un sucesivo hormiguear de células

henchidas de orgullo y amor a su causa.

 

Y el hombre avergonzado y valiente marchaba

a la conquista de sus propias oquedades

emulando la divina arquitectura celeste

donde moran los dioses de la energía.

 

 

Y cuentan que fue así

como dicen que nació

ese monstruo de mil garras

llamado energía nuclear.

 

 

Amor  

Alma y cuerpo, cuerpo y alma

cosas son las dos una sola

confundidas en abrazo eterno

como se abrazan nuestras miradas

 

Ceguera

Ojos que no ven…

puntos brillantes otrora

ahora apagados.

 

Cuencas oscuras e infinitas

muertas a fuerza de luchar

contra una vida maldita.

 

¡Acaba ya de luchar!

Si no ves

no vivas.

 

Silencio

Anoche, a solas con las estrellas,

la vista arriba, tendido el cuerpo,

medité en soledad un momento.

 

El tiempo fue detenido, la luna

en su creciente fase también paró

su cíclico caminar eterno, entonces

pregunté a lo alto mi callado anhelo.

 

Quise saber de la verdad de mi camino

y del hueco donde anidan mis mentiras,

del rincón de la creadora libertad

y de la semilla de la hermandad amorosa.

 

Después callé; sin hablar oí silbar al viento

sobre mi cabeza y en el oscuro patio.

No era un silbido, ni un susurro,

 tal vez un quieto movimiento

que estremeció mi esperanza más recóndita.

 

Alcé la vista; arriba la luna me dijo adiós

y una fugaz estrella me guiñó un ojo

con su breve incandescencia viajera, después,

el tiempo, que ya contaba, me sumió de nuevo.

 

 

Conocimiento

¿Que cómo me siento, me preguntas?

No sé, niña, si sabría decirlo

con sólo dos palabras y un poema

pues mi alma en lo oscuro anda inmersa

sin domar ni el habla ni el sentido.

 

Hubo un tiempo, lo sé, en que un carril era la vida

y un suave deslizar por laderas de inconscientes saberes

buscando sin querer las fuentes encontrar

entre límites saltando de dioses definidos.

 

Pero allá a lo lejos, o aquí, en este punto,

abierto el carril se acaba y se comienza

y entonces, ya, en cualquier instante del tiempo suspendido,

nos parece todo acontecer ya sido.

 

Pues es la vida un invento de la forma, efímero vestido,

para cubrir lo callado, eterno contenido.

 

Conciencia

Dímelo tú, amor de siempre,

dime qué sueño olvidado

nos inspira el camino,

qué faro nos mantiene el rumbo,

dónde vamos cada amanecer,

qué escondida ilusión nos alimenta.

 

Dímelo tú, amor de siempre,

que yo, si no es a ti,

nada conozco

e incluso a ti, velada conciencia mía,

te pierdo a veces

entre los cristales rotos de mi vida.

 

Por momentos,

en alguna noche sin luna,

me atreví a mirar adentro,

más allá, a lo hondo,

lejos de toda liviandad,

donde el silencio estremece

y el vacío es tempestad.

 

¡Ah!, qué vi:

Un perpetuo giro

un eterno retorno

ave fénix una y otra vez,

más y más,

sin fin.

 

¡Oh!, torbellino de conciencia

que eres incapaz de entender

si no es huyendo

abrazando a tu enemigo.

 

¡Oh!, muerte que no eres muerte

sino espejo del revés.


Rosa

Acaso tu nombre tuviera de flor

Delicada fragancia ruborosa

Pues eso tienes y te llamas Rosa

Aunque Ana es tu nombre en el amor.

 

Eres dulce, callada y generosa

Si la pena no te embarga el corazón;

Pronto fuego que acelera su pasión

Que en risa se transforma esplendorosa.

 

Se pasea tu cuerpo bruñido de sol

Por confines de playas arenosas

Que las olas abrillantan con tesón,

 

Ana y mujer, Rosa y dicha hermosa,

Entre el cielo y la tierra está Dios

Que por ti vela y tu alma generosa.


 

Soledad

¿Y a dónde voy yo ahora?

¿y dónde me paro?

 ¿y qué hago? ¿y qué no hago?

 

 En soledad uno no encuentra el reflejo

 de un mundo limitado y cierto;

 antes bien, la mirada se pierde lejana

 sin eco

 

En soledad uno se habla a sí mismo

un tiempo;

pero inadvertido y sutil

llega el silencio

 

Y un vacío

y una nada

y un hueco

nos vamos pareciendo

 

Miramos y no vemos

hablamos y no oímos

caminamos sin movernos

y soñamos sin saberlo

 

¡Un ancla!, por favor,

para este barco sin remo

que detenerlo quisiera

pues se pierde mar adentro

y no tiene ni un anhelo

que le rebote del cielo

 

¿Y dónde estará la guía

que ilumine mi sendero

si en todo el infinito

ni un solo espejo encuentro

que devuelva pronto y cierto

lo que en mi ser albergo:

un sólo hueco entero?

 

¡Ah!, soledad de mi ser

en medio del chisporroteo

 

Abismo  

Ayer te vi, abismo mío, bailando entre veras y sonrisas.

Estabas allí mirándome, sin querer llamar mi atención,

escondido entre risas de alhelíes,

escrutando mis sentimientos de vivir

observándome a través de pupilas de madreperla.

 

Yo miraba tus ojos, abismo mío, pero no los veía

embriagado de néctares voluptuosos

poseído de sueños de conquista.

¡Ah!, ciego de mí, no te veía, y estabas allí, y me mirabas...

 

Pero hubo un movimiento involuntario,

algo no previsto por ti,

un misterio,

y el temblor en el aire me sacudió

y me tembló a mí también.

 

Y entonces te vi, abismo mío, te descubrí

en toda tu profundidad, en tu inasible oscuridad,

en tus ojos sin lugar, en tus precipicios horizontales.

Y sentí que me llamabas, que querías poseerme, que querías ser yo.

 

Y yo, entregado a esa dulce caída,

te amaba, abismo mío,

yo quería ser tú, fundirme contigo,

olvidarme, regresarme, no ser.

 

Pero te perdí de nuevo

entre veras y sonrisas,

casi te vi esconderte otra vez

entre pupilas de madreperla

y risas de alhelíes.

 

Ahora te recuerdo, abismo mío,

con miedo y con placer.

Sé que no te has ido, que estás ahí,

esperándome, mirándome,

sin llamar mi atención.

 

 Ensayo

 ¿Y dónde está ahora aquel camino, muchacho, que un día te poseyó,

cuando eras bruma y sombra, y triste soledad de perdida esperanza?

¿Dónde aquella luz, aquella fuerza, aquel polvo que un día te inundó

cuando nadie eras que merecieras esa muestra de poder y de bonanza?

 

Yo te vi erguirte sobre tu inútil nada con insólita arrogancia viajera

pensando “Muerto soy; mas vivo está mi cuerpo, sorprendente cosa”.

¿Qué sentiste, muchacho? ¿No fue acaso como si nuevo nacieras

a un mundo entero y libre que lleno se te abría de señales imperiosas?

 

Te erguiste sobre tus cenizas, ave fénix de ojos fieros y brillantes,

como un tiempo después sin creerlo te pronosticaron otros brujos

comenzaste a caminar flotando bajo un cielo de estrellas titilantes

practicando el arte del acecho sobre el mundo ancho sin tapujos.

 

Sí lo era, altivo muchacho, todo nuevo como si nacido fueras ese día

pero algo extraño se aposentó por siempre en tu errante espíritu.

Tu piedad por ti se marchitó como prisionera flor de inútil alegría

En su lugar dejando el poema duro de la no solitaria compasión

 

 

SOÑAR

"Es de noche. Ahora hablan más fuerte todos los surtidores.

Y también mi alma es un surtidor". (Así hablaba Zaratustra)

 

Estos versos de Zaratustra,

leídos en salvaje desboco de hombre primerizo,

impulsaron un corazón ardiente de vida,

alentaron, empujaron a una cima de incierta lejanía,

imaginada apenas, desvelo breve de su belleza.

¡Pero cómo olvidarse del sol después de haberlo visto!

 

Pasan los años y aquel joven aún sigue con ese empuje invencible,

con la misma idea, el mismo anhelo, el mismo sueño, idéntico desvelo.

Mirando un horizonte inacabable, el hombre recibe pistas a cada paso,

mientras piensa en su tierra prometida como el sol que lo cegó mientras soñaba. 

 

Al fin suspira el hombre cerrando los ojos

para volverla a crear en todos sus detalles.  

 

A continuación, si aún no están cansados, se encuentra el último poema de esta colección, el único que fue por encargo con bastantes versos por exigencias del certamen poético donde fue presentado.

 

Continuar leyendo...                                Principal