CASTANEDA


CASTANEDA

Antropología con misterio

Conocí el primer libro de Carlos Castaneda a través de una breve reseña aparecida en un libro de Fernando Savater, filósofo español al cual yo seguía ocasionalmente, allá por el año 1976.

Aquel comentario breve y simple sobre una forma yaqui de conocimiento me llevó inesperadamente a lo que durante muchos años he considerado como el pináculo del conocimiento, no necesariamente circunscrito al mundo del pueblo yaqui del México antiguo, sino abarcando de manera global a toda la Humanidad en su historia conocida y desconocida. Todo ello, naturalmente, percibido desde mi mente primeriza veinteañera, ansiosa por conocer y descubrir los secretos de la existencia y del mundo que me rodeaba.

Inicialmente, Carlos Castaneda cumplió con creces todas mis expectativas de la época, incluso me perturbó de manera profunda durante un tiempo, como les ocurrió a muchos jóvenes de entonces, a pesar de que yo no conocí el alcance global de sus libros hasta años después, con el advenimiento de Internet, gracias al cual muchas personas de todo el mundo comenzamos compartir nuestro interés por sus presuntas revelaciones tan impactantes.

Para cuando yo conocí aquel primer libro en 1976, Las Enseñanzas de don Juan ya había dado mucho que hablar desde que se publicó ocho años antes y se había extendido como la pólvora entre el ambiente de la Universidad de Los Ángeles, que lo había publicado como una tesis del estudiante de antropología Carlos Castaneda, y en el mundo de la contracultura hippy, muy efervescente que ya estaba extendida por toda California y otras partes del mundo durante las décadas 60 y 70. Luego siguieron más libros, continuación del primero, con un éxito de ventas y crítica cada vez más masivo y arrollador. En mi caso, inicialmente atrapado en la lectura de su primer libro, seguí siendo un ávido lector de todos sus libros posteriores, hasta un total de trece, creo recordar.

Es difícil encuadrar la obra de Carlos Castaneda en ningún género. No es material exclusivamente literario; tampoco puede decirse en puridad que sean libros académicos de filosofía, sociología o un trabajo de campo de antropología. Ni siquiera sus libros pueden encuadrarse en el género esotérico u ocultista, a pesar de que su autor se quejara amargamente años después de que sus libros aparecieran semiescondidos en los anaqueles de pseudociencia o autoayuda. Su obra completa, en cambio, quizás comprenda todo eso y mucho más.

Intentando, no obstante, clasificar y analizar someramente su contenido, puede decirse que la obra de Castaneda tiene dos troncos principales claramente diferenciados. El primero abarca sus cuatro primeros libros, Las Enseñanzas de don Juan, Una Realidad Aparte, Viaje a Ixtlán y Relatos de Poder, finalizando con la Explicación de los Brujos, punto final de las Enseñanzas y coincidiendo con la presunta desaparición física de don Juan Matus. El segundo tronco comprende todos sus libros posteriores, donde don Juan supuestamente ya sólo aparece a través de las palabras conservadas en las notas de campo de su aprendiz, y en otros recuerdos olvidados que fueron poco a poco recuperados de su memoria más profunda en la conciencia acrecentada.

Quizás haya un tercer tronco menor que incluyera la creación de Tensegridad, la organización Cleargreen y una inesperada presencia pública de Carlos Castaneda en los medios y en los talleres que se comenzaron a organizar al final de su vida, hasta su muerte por cáncer de hígado en 1998.

Toda la obra, de principio a fin, gravita sobre un personaje absolutamente central y de importancia fundamental: don Juan Matus, el viejo indio yaqui de origen desconocido que atrapó al estudiante de antropología, lo convirtió en su aprendiz y lo llevó a explorar mundos, percepciones y explicaciones racionales con un nivel de detalle y profundidad hasta entonces impensable y estremecedor. Mientras ocurría todo eso, el aprendiz, presuntamente obedeciendo órdenes de su maestro, transcribía al papel de la mejor forma que sabía todo lo que escuchaba y experimentaba, inundando el mundo de esta manera con una visión sobrenatural que abrumaba a cualquier mente racional que se acercara a ella.

Lo que cuenta don Juan Matus a través de Carlos Castaneda resultaba tremendamente atractivo pero imposible de aceptar de cualquier forma que se considerara; si era ficción, porque no parecía posible que una sola mente pudiera concebir de la nada un cuerpo de enseñanzas tan vasto y monumental, y si era real, porque entonces se socavarían todos los cimientos del mundo y las estructuras psicológicas del ser humano. Para muchos, sin embargo, esa fue la gran paradoja y la gran trampa en la que caíamos todas las mentes sencillas que pasábamos por allí.

Pero don Juan Matus, el artífice de todo, no existe, o no existió. Nadie que no fuera del círculo más cercano de Castaneda, y por tanto libre de toda sospecha, supo nunca nada de él ni lo vio nunca. No parecía posible que pudiera esconderse, dada la fama que llegó a alcanzar Castaneda y la caza a la que fue sometido nada más empezaron a conocerse sus libros. Sus colegas de la UCLA llegaron a suponer que sí existió un viejo indio yaqui que se convirtió en su informante de campo, pero de ningún modo con la sabiduría, la intelectualidad y el conocimiento profundo que demostraba Juan Matus. Nadie en el pueblo yaqui conocido,  según otros antropólogos, podía poseer ese nivel de conocimientos. La opinión más extendida es que Castaneda simplemente utilizó al viejo indio, al que pidió que lo instruyera sobre el uso del peyote, y lo engrandeció poniendo en su boca discursos y aspectos culturales ya conocidos y mezclados de otras épocas y lugares. Podría ser, pero yo diría que no. No soy experto en ninguna cosa, pero me pareció que lo que cuenta Castaneda se sale de cualquier guion anterior y sencillamente es nuevo y revolucionario, a pesar de ser también imposible de aceptar. Veamos por qué.

El misterio principal que subyace en la obra de Castaneda es la posibilidad al alcance de los chamanes del México antiguo de manejar el mundo a través de la percepción, y no al revés, como solemos hacer todos los demás mortales. “Somos perceptores”, dijo. Hay un mundo ahí para percibir, pero podemos aprender qué percibir y podemos crear mundos sobre mundos, simplemente eligiendo percibirlos con la voluntad previamente entrenada. La percepción es la que crea el mundo y no el mundo el que dicta lo que debemos percibir. Nacemos a un mundo ya creado por las percepciones de todos los seres humanos anteriores a nosotros, aprendemos sus percepciones y así conocemos y nos adaptamos al mundo en que vivimos. Pero don Juan dice que eso no es todo lo que podemos hacer como hombres. Somos perceptores, insiste, creadores de mundos mediante el manejo de la percepción, solo que, por desgracia, no podemos aprender ese conocimiento de nuestros mayores porque ellos no saben que ese poder existe. Es un conocimiento antiguo ya olvidado. Sólo unos pocos, los nuevos videntes herederos de los antiguos videntes del México antiguo, pertenecientes a una era ya perdida de la Humanidad, han podido rescatarlo, conservarlo y transmitirlo según las señales por las que se rigen, que ellos llaman los augurios del poder.

En la visión de don Juan el concepto del poder, junto a la percepción misma, es lo único que trasciende a la condición humana. Existe un poder más allá del hombre que ellos llaman Intento, formado por infinitas emanaciones de energía que permean eternamente todo el Universo. El hombre de conocimiento puede verlas y seguirlas a través de los augurios, encuentra en ellas su par verdadero y puede desarrollar toda su potencialidad convocando y manejando el Intento. De esta forma, después de una vida de lucha constante, alcanza el logro final más importante y sagrado del ser humano, por el que la vida vale mucho la pena vivirla: el dominio de la totalidad de sí mismo.

Para don Juan y los nuevos videntes como él, que pueden ver el poder y la energía tal como fluye en el universo, existe la posibilidad de que, al momento de morir, el hombre de conocimiento deja que la muerte se lleve su cuerpo físico y una copia facsímil de su conciencia, conseguida mediante una técnica llamada recapitulación, logrando de esta forma que su conciencia original pueda sobrevivir como entidad independiente e individual.

La recapitulación forma parte de las muchas técnicas de aprendizaje que don Juan enseña a su aprendiz, quizás la más importante ontológicamente hablando, puesto que sería la que, supuestamente, permitiría a la conciencia del hombre sobrevivir a la muerte de su cuerpo físico, e incluso además, antes de ese evento trascendental, permitiría al hombre de conocimiento los viajes de la conciencia a través del “oscuro mar de la conciencia”, las emanaciones de energía del intento, anclarla en un punto concreto previamente seleccionado, y recrear después allí el cuerpo físico en su totalidad. De esta manera, los viajes de la conciencia, según Castaneda, no serían meramente viajes astrales que el ocultismo reconoce y experimenta, sino en definitiva viajes del cuerpo completo del hombre, apareciendo y desapareciendo en lugares distintos, enviando en primer lugar a la conciencia como explorador, y luego recreando en ese punto el resto del cuerpo físico. Don Juan habla del ensueño como el proceso mediante el cual, con un riguroso entrenamiento de la voluntad, se pueden dirigir consciente y deliberadamente los sueños ordinarios, pudiendo despertarse con plena conciencia y con toda la corporeidad física en cualquier lugar que se está soñando. “Ensoñar es, al fin, la coronación de los esfuerzos del brujo”, decía.

Así se relata tal cual en sus libros como algo posible y experimentado, y esa es la parte más difícil de aceptar y donde la obra de Castaneda se vuelve fantástica y de ficción.

“No somos sólidos” le decía don Juan a Carlos Castaneda. Para él, nuestro cuerpo es sólo una creación de nuestra percepción, aprendida, solidificada y compartida por todos, lo que él llama el primer anillo de poder. Pero existe un segundo anillo de poder, el de las conciencias puras, donde reside nuestro ser primordial, un conjunto de núcleos compactos de energía en los que confluyen y a los que atraviesan las emanaciones eternas e infinitas de la energía del Intento. Ese núcleo compacto de energía que somos, a través del cual percibimos y no convertimos en seres conscientes, también llamado el punto de encaje por don Juan, no es sólido y puede sobrevivir al cuerpo físico del primer anillo de poder. Puede crear un cuerpo, hacerlo desaparecer y volverlo a recrear. Suena increíble, ¿verdad?

La visión de don Juan Matus entronca muy bien con todas las leyendas históricas de brujería, poderes sobrenaturales y antiguos dioses mitológicos, sólo que ahora con él, por primera vez que se sepa, se intenta dotar de un corpus académico, una explicación pretendidamente racional y una veracidad real a todas esas leyendas y antiguas historias de hadas, brujos y dioses que permean el mundo, las cuales, de repente, se vuelven posibles y verdaderas mediante el ejercicio de la voluntad y el manejo entrenado de la percepción. Algo sencillamente revolucionario.

Los libros de Castaneda están llenos de relatos de milagros y prodigios de ese tipo, aparentemente vividos todos en carne propia por su propio autor.

Naturalmente, para poder enfrentar sin descomponerse esas enseñanzas tan devastadoras y sobrenaturales, era necesario un entrenamiento muy duro y arduo que tal vez no todos pudiéramos resistir. Según don Juan, él vio que los augurios señalaban a Carlitos una y otra vez, así que se decidió a instruirle, le contó su propósito y lo tomó como su aprendiz. Cuando eso ocurrió, el arrogante estudiante universitario de antropología de la Universidad de Los Ángeles, ya había tenido que claudicar ante el poder, el conocimiento y la sabiduría demostrada de aquel viejo brujo yaqui al que encontró casualmente como informante de peyote. Así fueron los hechos relatados.

Y para poder resistir los embates de todas esas enseñanzas, don Juan desgrana paso a paso a su aprendiz toda una serie de técnicas que agrupadas en conjunto las llamó el camino del guerrero, un compendio de premisas que el aprendiz debía aprender y practicar rigurosamente con el objetivo de fortalecer el cuerpo y la mente. Aun así, según cuenta Castaneda, alguna vez sufrió descomposición repentina de vientre hasta el punto de arruinar sus pantalones, y luego de eso, para evitar que volviera a ocurrir, fue instado a desnudarse por completo antes de someterse a otra nueva enseñanza.

En fin, que toda la obra, para los curiosos y amantes de la buena literatura, es una delicia y un placer recorrerla, incluso considerándola solo unos libros de aventuras que incluyeran un extraño aprendizaje, algo así como si fuera una saga de Harry Potter cualquiera, solo que en este caso considerada no solo como mero entretenimiento, sino con muchas más pretensiones de verdad empírica.

Seguramente haya mucha ficción en esos libros; experimentalmente no se ha podido corroborar ni certificar nada de las cuestiones más fundamentales que se describen, por lo menos a nivel científico y colectivo. Recuerdo que una vez, en una de sus apariciones públicas finales, Castaneda se refirió en tono algo despectivo a quienes se sentían muy escépticos sobre su obra y la consideraban un fraude: “Hay que estudiar Chamanismo I, II, III, IV, etc., para empezar a entender y experimentar mínimamente el mundo de don Juan”. O algo así creo que dijo, no cito literalmente.

Nada que objetar, salvo que ¿dónde se estudia eso? ¿dónde están esos profesores de chamanismo iguales que don Juan? Desde luego no parece que su organización Cleargreen sirviera para ese aprendizaje, después de que se hubiera reducido todo su legado prácticamente a los pases mágicos de Tensegridad, aparecidos a última hora y sospechosamente culpables de buscar más que nada ingresos económicos.

Sin embargo, para quien quiera iniciar la aventura, ahí están todos sus libros, siendo recomendable mucha paciencia y leerlos en riguroso orden cronológico. Tal vez así pueda uno entender su obra y llegue a estremecerse un poco ante la vastedad del conocimiento que se muestra, la increíble belleza poética de muchas de sus descripciones, el humor que aflora con frecuencia y el alcance sobrenatural de sus proposiciones finales

Por último, quedaría mucho más que decir de estos libros; imposible abarcarlo todo en una breve reseña como ésta. No es que importe, sin embargo. El objetivo de este escrito no es otro que el de presentarlo como trabajo de Antropología y quizás también como un homenaje a este antropólogo cautivador, que aparentemente se sumergió profundamente en una cultura muy antigua y consiguió medianamente describirla.