OTROS PUEBLOS

 

OTROS PUEBLOS

Etnocentrismo vs Relativismo

Al visualizar los contenidos de la serie Otros Pueblos, solemos encontrarnos con la dicotomía  entre estos dos conceptos que Luis Pancorbo se encarga de señalar a menudo y en los que parece prevalecer, a juicio del narrador y sus comentarios, el relativismo cultural sobre el etnocentrismo, siendo esto último, además de falso y sin razón de ser, tremendamente perjudicial para el ser humano y su evolución, mientras que el relativismo cultural aparece siempre con una mayor aureola de verdad y justicia hacia los otros pueblos, resultando a la larga más beneficioso para la Humanidad.

Sin embargo, ambos conceptos van de la mano, coexisten y no podrían existir uno sin el otro. Por decirlo de manera simple, el etnocentrismo tiene que ver con los instintos del hombre, mientras el relativismo cultural tiene que ver con su razón y su intelectualidad. Todo relativista cultural, antropológicamente hablando, previamente ha debido ser etnocentrista, incluso sin saberlo.

Antes siquiera de abrirnos al mundo y descubrir la otredad y otros pueblos, ya hemos construido o estamos construyendo nuestra identidad alrededor de nuestro entorno y nuestros iguales más cercanos, nuestra madre, nuestro barrio, nuestro pueblo, y por propio instinto de supervivencia, asumimos que eso es lo más importante y quizás lo único que existe en el mundo. Nuestra identidad es el centro del mundo.

Todos nacemos etnocentristas. No conocemos otra cosa hasta mucho después. El etnocentrismo equivale a nuestra infancia y juventud, mientras que el relativismo cultural puede asociarse con la madurez y nuestra mayor capacidad de raciocinio. Esto no quiere decir, no obstante, que no existan personas que transcurran todas sus vidas dentro del etnocentrismo más excluyente, sin evolucionar nunca hacia el multiculturalismo, lo cual puede ser debido a varias causas de naturaleza medioambiental o educacional, pero evidencian en cualquier caso una carencia de madurez intelectual y un cierto infantilismo que por supuesto nunca podrán ser reconocidos por el individuo en cuestión. No obstante, la evidencia resulta obvia y se encuentra frente a nosotros: la otredad existe se quiera o no, no somos únicos y exclusivos y ni siquiera, en cualquier caso, tendríamos que ser los mejores. La realidad de la relatividad cultural es aplastante. Otro asunto es que haya seres humanos que sean incapaces de darse cuenta de eso, reconocerlo y aceptarlo. Pero veamos ahora cuál es el siguiente recorrido del relativismo cultural.

Etnocentrismo universal

Hay una frase muy acertada e ilustrativa de Luis Pancorbo cuando habla del hombre primitivo y dice de él que simplemente es un ser humano que no bebe Coca Cola. Con esa frase podemos entrever lo que podría llamarse el camino inverso del relativismo cultural, donde, después de ver que el etnocentrismo original de nacimiento, exclusivo y excluyente, evoluciona hacia el relativismo cultural con el reconocimiento de la evidencia de los otros pueblos, ahora, debido a una Comunicación elevada a su máxima expresión, desanda el camino hacia un etnocentrismo único y universal, adoptado por igual por todos los pueblos que, por tanto, ya no resulta excluyente.

Si al principio no existe apenas comunicación con el diferente y el etnocentrismo surge de manera instintiva y natural, incluso como algo beneficioso para el ser humano porque reafirma su identidad, cuando la comunicación se vuelve exageradamente presente y universalmente repartida por igual entre todos los pueblos, el relativismo cultural comienza a perder su razón de ser y desaparece difuminado en la homogeneidad del mundo de la Coca Cola.

Tal vez, como hemos hecho tantos pueblos a lo largo de los tiempos, nos resistimos a desaparecer engullidos por una civilización global que nos absorbe, y luchamos desesperadamente por conservar algún atisbo de nuestras antiguas tradiciones, nuestras costumbres ancestrales o nuestras viejas cosmogonías, pero puede adivinarse ya que esa voluntad de seguir siendo único y diferente del otro, en realidad acaba quedándose en un esfuerzo sin demasiada profundidad, derivando en ocasiones hacia un espectáculo turístico que, paradójicamente, se ofrece al otro para que lo aprecie y pague por ello.

Internamente, en la psiquis profunda de los pueblos, la labor de zapa de la comunicación global que hoy nos inunda a todos continuará con su tarea de uniformizar y homogeneizar los pueblos. Todavía, naturalmente, queda recorrido para que esto se sustancie del todo, pero ya se está viendo cuál es la tendencia general y cuál será su resultado final. Creo que Luis Pancorbo ya sabía todo esto cuando hizo su comentario irónico sobre el hombre primitivo que todavía no bebe Coca Cola.

Puede anticiparse que el relativismo cultural desaparecerá o será sustituido por la aceptación de una diversidad light o ligera, adherida solo a lo folclórico y sin dramáticas consecuencias. El etnocentrismo exclusivo, como tal, también desaparecerá en esta era de la Comunicación en la que ya se conoce, además de la etnia vecina y tal vez enemiga, también a todas las innumerables etnias que pueblan el mundo y que pueden hacernos sentir abrumados por la diversidad sobrevenida en esta aldea global en la de repente nos encontramos. La etnia como tal ya no será motivo de discordia, odio o discriminación. Se acabará aceptando al diferente como es. La otredad, que a pesar de todo no desaparecerá, ya no será representada por la raza, el grupo religioso o la localización geográfica, sino por el poder en abstracto, que mezclará y jerarquizará todo sin importar nada la etnia, la religión o el país de origen.

Un ejemplo muy descriptivo de este futuro que nos aguarda lo podemos ver en la famosa saga de Star Wars, donde, en lugar de una multitud de etnias diferentes, nos encontramos con una multitud de especies inteligentes muy diferentes entre sí, algunas con formas variopintas y estrafalarias, todas relacionándose sin ningún pudor, xenofobia o miedo causados por su forma, sino en todo caso por su posición en el Imperio donde viven y en las luchas internas en las que se encuentran inmersos. En esos mundos ideados por George Lucas no existe el asombro ni el miedo por lo diferente; somos nosotros los que nos asombramos de la naturalidad con que se tratan entre ellos. Pero al no existir el asombro y considerar lo diferente con completa naturalidad, como si fuera otra ley de la gravedad, la xenofobia, el racismo y la discriminación que hoy conocemos no existirán ni tendrán razón de ser. Existirán otras cosas, por supuesto. Los hombres en general tenemos emociones negativas degradantes que llevamos grabadas como una impronta en nuestros genes. Siempre salen a relucir por cualquier pretexto. Hoy aparecen dirigidas, quizás, hacia el racismo, la xenofobia o sencillamente lo diferente, pero si un día todo eso perdiera su razón de ser, al día siguiente aparecerán otros elementos en los que enfocar esas emociones negativas degradantes, como por ejemplo el poder que se ejerce o se ambiciona.

Genocidio cultural

La expresión genocidio cultural aparece con frecuencia en algunas frases aparecidas y comentadas por el autor, a veces referidas a otros antropólogos. Hay detalles descriptivos comentados por Pancorbo, como por ejemplo cuando se menciona intencionalmente que los mongoles compran panecillos o tabaco en el pueblo vecino, o cuando se comenta que Passolini dijo que “El consumismo ha operado el gran genocidio antropológico de nuestro tiempo”. O cuando también, en otro momento, se dice que “el genocidio cultural tiene muchas vías”.

Realmente no parece que se pueda hablar ni deba llamarse genocidio cultural a este proceso de uniformizar y homogeneizar las sociedades, aunque esto implique la desaparición de algunas formas de cultura y organización social y la aparición de otras nuevas. Es algo que está ocurriendo a pesar y más allá del hombre, como una ley de variabilidad evolutiva. Tal vez debiera hablarse también de decadencia o degeneración de una cultura y el vacío provocado, que enseguida es rellenado por otra cultura en ascenso. La palabra genocidio, en cambio, tiene unas connotaciones y una intencionalidad asesina que no siempre se da en las desapariciones culturales que se han producido en el mundo, aunque tal vez sí en algunos casos puntuales, pero de ningún modo general. La desaparición de otras culturas y civilizaciones antiguas es un proceso natural que ocurre en cualquier caso, aunque no existieran el consumismo, los grandes depredadores del capitalismo o el mundo Coca Cola. Y menos aún ahora con esta revolución tecnológica en la que estamos inmersos. En el video de Pancorbo aparece una yurta mongola mientras se menciona que ya aparecen dentro de ella algunos muebles modernos occidentales. O cuando se muestran a esos lapones suecos que pastorean a los renos equipados con walkie talkie. Recientemente yo pude ver una serie de TV en la que aparece una yurta instalada en medio de la nada del territorio mongolo, pero que disponía de TV y antena de Internet. No se puede detener el proceso. Es un flujo imparable que hará que dentro de cien o doscientos años seamos todos iguales y tengamos que decir adiós tanto al etnocentrismo como al relativismo cultural y tal vez, ojalá que no, a la antropología.

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