Carta de amor

 

CARTA DE AMOR IMPOSIBLE

Clara, mi amor, no me has pedido que te escriba, lo sé, y no te escribo en realidad. Sólo me escribo a mí mismo, diciendo las cosas que me gustaría decirte si estuvieras aquí. 

Estas palabras en realidad, y los sentimientos que dejo en ellas, se irán con el viento, desperdigados e inconexos, y ningún alcance humano los podría recomponer. Sería muy triste que no pudieras leer esta carta, Clara, pero yo imagino que estas palabras que ahora brotan de mi alma, algún día podrán volar milagrosas hacia ti, amor mío, y harán que sientas enaltecida tu alma y tu corazón vuelva a vibrar de pasión renacida. Yo te siento así como siempre te he sentido, bella y alegre cuando me ves, contenta de ti y de mí, felices los dos de estar juntos.

No quiero recordar la última vez que nos vimos. Aquello forma parte del reino de lo triste y doloroso. Sucedió, pero no sucedió, me niego a ello. No puede ensombrecer, ni con mucho, todas las otras veces anteriores  y los momentos luminosos que hemos vivido. 

¿Te acuerdas de las veces que abrazados nuestros cuerpos desnudos sentíamos la fuerza del universo y pensábamos que vivíamos algo divino? Yo te perdía, Clara, me sumergía en mundos en que estabas conmigo, pero no eras tú, ni yo tampoco. Los dos navegábamos por sensaciones sin nombre, aligerados de nosotros, sintiendo sólo el contacto delicado de la piel desnuda que nos mantenía en el mundo, pero volando libres los espíritus por los límites de lo excelso. ¿Te acuerdas, Clara? 

Te sentías igual que yo, respirando después entrecortadamente, exhausta y maravillada, con tus senos danzando al son de aquellas sensaciones que aún persistían en el cuerpo. Entonces me hablabas, pero yo aún no estaba disponible. Hablabas y hablabas, contabas cualquier cosa, y después me preguntabas, pero yo seguía ensimismado y perplejo con mi respiración aún entrecortada; todavía no podía hablarte, y tú te fingías enfadada.

La distancia que ahora nos separa nunca podrá borrar todo aquello que hemos vivido. Cuando se toca el cielo, ya nada es lo mismo porque todo podría ser cielo, si se quiere. La marca es tan profunda e indeleble que siempre está ahí, disponible para nosotros. Por eso sé, Clara, que los dos fuimos tocados por algo sublime que los hombres llaman amor, y que eso es suficiente para nosotros. Sé que ese amor, la veneración, el brillo de la vida que aparece en tus ojos cuando estás conmigo, es exactamente lo mismo cuando estoy contigo, y que aquella intensidad nos ha unido para siempre.

Es cierto que ahora no estás, y que todo el universo se ha confabulado para que ya no pueda verte, ni tocarte, ni oírte, y eso es muy doloroso. Imagino que también debe serlo para ti. Sé que sufres, igual que yo, con esta separación. Pero no sufras, mi amor, sólo recuerda. Yo llegaré a ti, te encontraré, te volveré a abrazar y te ofreceré mi pecho para que te abandones en él igual que yo descansaré en el tuyo. Sólo recuerda. Eso ya lo hemos vivido. Podemos volver a vivirlo, aunque ya no estés, ni yo tampoco.

Ahora estás muerta, dicen los hombres, como si con eso ya se explicara todo, pero yo no sé lo que dicen. Para mí sigues viva, aunque no pueda verte, ni tocarte, ni oírte reír. Sólo estás ausente, como aquella vez que te fuiste con las amigas y me dejaste solo unos días. Ahora estás ausente también. Algo te retiene en algún lado, pero no importa, yo te veo y te siento y te oigo reír, y me alegro por ti y contigo. Sé que volveremos a estar juntos y seguiremos amándonos y solazándonos con el universo, dando gracias infinitas por habernos conocido en el amor.

Te quiero, Clara. Hasta pronto. 

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