Varios

 

Compendio de varias entradas

CENIZAS A LA MAR

Polvo eres… Arrojar cenizas a la mar, o a la tierra, o al vuelo por el aire, si son de un ser querido del que te despides así, de esa manera, es una experiencia absolutamente impactante. Lo que se siente no se comprende, sólo se siente. Ves al ser querido irse y difuminarse en el espacio y en la materia, pero no lo ves con los ojos, sino que lo sientes con todo el cuerpo. Intentas, y lo consigues, ver en ese polvo que cae el mar, o a la tierra, o vuela libre por los aires, a ese ser que has querido y que quieres, y logras verlo por última vez difuminado en el polvo, acaso diciéndote alguna última cosa, pero sabiendo que ya nunca podrás volver a ver su figura pisando esta tierra, ni por siempre jamás.

Se dice pronto. Polvo somos…

****************************************************

EL VIEJO HOMBRE   

El viejo hombre simplemente siente, con toda humildad, que está en situación de combatir su último enemigo, después de haber vencido en noble lid a sus enemigos anteriores. El viejo hombre siente, con toda humildad, que está en posesión de la totalidad de sí mismo, que es libre, que tiene todo su poder bajo su control, pero se siente débil y mortal, y la vida, a veces, comienza a cansarle ya. El viejo hombre ya no lucha por el control, sino contra el abandono.

Ha visto mucho, cree con honestidad que ha visto todo lo que puede verse como ser humano. Mucha tontería, podría resumirse. El viejo hombre no es generoso, ni tiene madera de instructor, ni paciencia. No quiere compartir detalles que no importan nada. Dice lo que quiere, cuando quiere y como quiere. Está más allá, para su desgracia, de la opinión de sus semejantes. Sólo su sentido de la responsabilidad hacia sí mismo, desarrollado en incontables luchas, lo mantiene en este mundo. Si no, ya se habría ido.

Pero todavía el viejo hombre conserva una llamita de amor por sus semejantes, un amor torpe, desmañado, antipático, disimulado. El viejo hombre lee y escribe con sumo gusto y goza tocando puntos sensibles, moviendo conciencias, iluminando sombras ignoradas. El viejo hombre, a veces, se enternece con sus semejantes. Cree que son iguales que él mismo, hombres y mujeres libres, que siguen otras sendas. Le gusta provocarlos, y sentirse provocado por ellos. Los seres humanos todavía le traen un poquito de chispa a la vida del viejo hombre, y el viejo hombre, con alguna torpeza, quiere corresponderles.

*************************************************

GURDJIEFF

Se supone que aquí no hay niños, así que voy a contar una anécdota un poco picante que he recordado al leer un artículo donde se decía que Gurdjieff, (en la foto, un maestro místico ruso del siglo pasado), podía inducir al orgasmo a mujeres sólo con mirarla desde lejos. 

Ya ven, con lo difícil que resulta para algunos y este tipo lo conseguía sin siquiera tocarlas. 

El caso es que yo no me sorprendí en absoluto porque hace muchos años, una vez que estuve en Paris cuando acababa los estudios, ya me dijeron unos compañeros míos que habían visto algo sorprendente en un club de striptease en el barrio loco de Pigalle, donde todo era negocio en torno al sexo, y donde íbamos nosotros, jóvenes ansiosos y primerizos, a ver algo de la pornografía prohibida que no circulaba todavía en España. Corría el año 1973, dos años antes de que muriera el dictador. 

Mis amigos dijeron que habían visto en un espectáculo a un hombre desnudo ante los focos, sentado y mirándose los genitales durante un tiempo prolongado en completo silencio. Al cabo de un rato su miembro flácido fue cogiendo erección hasta que parece que entró en pequeñas convulsiones y eyaculó allí mismo a la vista de todos, sin variar un milímetro su posición y sin mover para nada sus manos, que permanecieron todo el tiempo apoyadas rígidamente en los muslos. Sólo su mirada estaba fija y persistentemente dirigida hacia su órgano sexual, enviándole quién sabe qué mensajes y de qué manera. 

El caso es que el hombre tuvo su orgasmo y su eyaculación sin ningún tipo de movimiento físico, lo cual, para nosotros, incluso para los que no lo habíamos visto en directo, fue motivo en aquella época de no poco asombro y guasa durante bastante tiempo, y ya no se nos olvidó el evento.

Pero ahora nos enteramos que Gurdjieff lo supera, incluso induciendo el orgasmo no a sí mismo, sino a una mujer y desde lejos. 

¡Qué poderío!

***********************************************************

EL CLIMAX

Bajo la piel se comienza a sentir una leve sensación magnética, como un ordenamiento interior de fuerzas, quizás una agrupación. Los cuerpos se están preparando. No pasan desapercibidas las caricias recibidas. Los cuerpos comienzan a sentirse eléctricos, alertas y excitados. 

Unas manos gentiles recorren con mucha suavidad la piel desnuda, prestando gran atención a cada pliegue, a cada curva, atrapando inexorablemente el nervio que lleva placer al centro, haciendo el mismo recorrido que si estuviera en una hondonada de suavísimas dunas deslizantes, subiendo y bajando, volando, en definitiva, mientras la electricidad sigue haciendo de las suyas por todo el cuerpo. La sangre arde, los cuerpos se agitan, comienzan a convulsionar y finalmente entran en erupción.

Algún tiempo después un cigarrillo encendido va dejando al contraluz una estela errática de puntos grises luminosos, mientras el cuerpo desciende muy lentamente la última parte del clímax. 

Se preguntó cómo era posible esa experiencia tan increíble y si en verdad era un regalo de los dioses. 

Tras un rato de estar observando las volutas de humo y rememorando lo que había sentido, concluyó que no podía ser de otra manera.  

  ****************************************************
 

SEMANA DE PASION

Otra vez de vueltas con la Semana Santa. Mucha gente sostiene que la Semana Santa es una fiesta esencialmente popular, no exclusivamente religiosa, aunque se reconoce que tiene ese origen. Pero ya es del pueblo y no de la Iglesia, como tampoco es del Ayuntamiento ni de nadie en particular. Es, como se dice ahora, una fiesta transversal, que atraviesa todas las capas de la sociedad, sin ser en concreto de ninguna de ellas. Razonamiento brillante y certero. Nadie querría eliminar esa fiesta, puesto que lo es de todos y para todos.

Pero estando de acuerdo con eso, aceptándolo y reconociéndolo porque yo también he vivido esa fiesta popular desde dentro, vestido de hermano cofrade y con mi capirote y mi visión reducida del mundo a través de los dos agujeritos en la tela, tengo que introducir un matiz rechazando esta fiesta popular no porque no sea bella, que lo es y mucho, sino porque es una fiesta de belleza triste, ominosa, perteneciente al lado oscuro y sombrío de la vida. Casi nadie se da cuenta, pero lo que celebramos es la tortura, la vejación, el sufrimiento y la muerte de Dios, representado en su Hijo. 

¿Y por qué no celebrar algo más alegre, como por ejemplo a ese Jesús que anduvo en la mar, como pedía Machado? ¿Por qué debemos solazarnos contemplando imágenes de dolor y sufrimiento de nuestro Dios y su Madre, y cantarles además compungidas saetas llenas de quejíos y pesadumbre?

Suerte que los sevillanos hacemos del dolor virtud y casi todo lo acabamos transformando en placer, pero, ¿no es algo retorcido celebrar de manera festiva el mayor sufrimiento y la mayor aberración posible que la Humanidad haya podido encontrar jamás: la horrible y contradictoria muerte bajo tortura de nuestro Creador a manos de sus criaturas? 

Porque para cualquier sicología que se precie la celebración colectiva de la Semana Santa de Pasión es, sin lugar a dudas, la expresión más plástica del masoquismo puro y duro, equivalente a la aplicación directa del cilicio en la espalda del pueblo.

Luego no es tanto, menos mal, por la probada capacidad humana de fingir que es dolor el dolor que de veras se siente, de tal modo que el dolor, si es representado, deja de ser dolor. 

Pero insisto, ¿qué necesidad tenemos de ser tan sombríos y retorcidos? Yo no movería un dedo nunca contra la Semana Santa y tengo mucho respeto por la gente que la ama, pero en mi fuero interno nadie me quitará de la cabeza que es una estupidez humana monumental.

Volver...