Ciencia y Religion

 

CIENCIA Y RELIGION

Tal vez ésta sea una dualidad de la que se pueda tener dudas, sin embargo, al estar siempre juntos sus elementos, en yuxtaposición y contrapuestos, tal vez merezca mucho la pena de hablar de ellos. Todavía más cuando constituyen, cada uno por su lado, los pilares básicos sobre los que se asienta todo nuestro conocimiento como especie. Me refiero y estoy hablando de la Ciencia y de la Religión. 

En principio hay muchas diferencias entre la Ciencia y la Religión, muchas distinciones que hacer entre ellas, casi imposible de casar estos elementos, pero que sin embargo se encuentran indisolublemente unidas por un nexo común que hipotéticamente sólo aparecería al final de sus extensos y casi ilimitados recorridos: el encuentro con el Conocimiento, o la inserción plena del Ser en el Cosmos, o en la Gloria de Dios. O dicho sea con otras palabras que todos entendemos mejor: el logro de la inmortalidad.

La Ciencia y la Religión utilizan distintas palabras y siguen distintos métodos, pero persiguen los mismos fines, tienen la misma meta, el mismo objetivo final: escapar de la muerte. La Religión, a nivel individual, la Ciencia, a nivel colectivo.

En el siglo pasado y en el anterior y en todos los anteriores, los hombres han buscado las claves de qué es lo que los mueve y han creído encontrarla en esto o en lo otro, ora es el amor, ora el egoísmo o la voluntad de poder o el apoyo mutuo. Nada de eso. Lo que de verdad mueve a los hombres no es exactamente la voluntad de poder, sino la voluntad de no morir. Esa es la realidad que no se dice, pero es la verdad que late detrás de todos los intentos y todas las construcciones del hombre, la dominante oculta detrás de tantas cosas. Tanto lo hemos ocultado que a veces ni los hombres mismos lo sabemos conscientemente.

No se creerá, pero yo pediría que se meditara bien en ello. Propondremos algunos argumentos para este nuevo y no tan nuevo enfoque. 

¿Cuál es el objetivo de la Religión, de cualquier religión? ¿qué pretende? ¿a qué tiende? Por ejemplo, la cristiana, o la musulmana, o la judaica. Las tres son religiones monoteístas que basan "su programa" en la promesa de una futura vida eterna, que dependerá mucho que se logre o no en función de cómo se haya vivido la vida terrenal. Cada religión monoteísta difiere de las otras en cosas accesorias, pero todas coinciden en lo primordial, un Dios creador, y persiguen todas lo mismo, la vida eterna, y todas tienen además el mismo tronco común, la Biblia.

Los seres humanos religiosos basan su conocimiento en la fe, es su fuerza y no serían nada sin ella, aunque en realidad sólo dejarían de ser religiosos si pierden la fe, nada más, pero es la fe lo que primordialmente los caracteriza. Creen en algo que está más allá, que han sido creados por una Entidad que los ama y que los llama a su seno. Y a través de la fe muchos de ellos intentan llegar al conocimiento de Dios, a la experiencia mística cada vez más cercana de Dios, a unirse finalmente con Dios, y con ello a un acto por el cual, presumiblemente, lograrían la vida eterna, la inmortalidad, el conocimiento supremo de Dios, sentarse a la derecha de Dios, llegar a ser como Dios. ¿Qué otro logro humano sería superior a ese?

Aunque la Religión está organizada, tiene estructuras, jerarquías y mucha sinergia interna, en realidad el camino religioso es un camino estrictamente individual, basado en experiencias muy personales e íntimas, difícilmente transmisibles de un ser a otro, porque, aunque puedan ser experiencias comunicables, cada uno debe sin embargo transitar su propio camino y alcanzar sus propios logros con sus propias experiencias. 

El conocimiento religioso, la experiencia de Dios, no se puede ir acumulando por la colectividad. Cada individuo debe empezar siempre de cero. El mundo está lleno de relatos de experiencias vividas por místicos y religiosos, de documentos de todas clases, como faros que pueden guiar en la oscuridad, que pueden hacer más fácil el camino, pero que no lo ahorran en verdad. Cada ser humano religioso empieza de cero y tiene que recorrer su propio camino íntegramente.

No ocurre así con la Ciencia. Hay otras importantes diferencias, pero antes centrémonos en los objetivos finales, en qué es lo que busca y quiere la Ciencia, por ver si coinciden o no con la Religión. 

La Ciencia busca el Conocimiento, busca saber cómo funciona el Cosmos, qué leyes hay, qué hacen, cómo y por qué. La Ciencia es un cúmulo de interrogaciones, unas detrás de otras, inacabables, una extensa maraña de causas y efectos inextricablemente relacionados, un auténtico laberinto que puede ser infinito, donde sin embargo el hombre, provisto de su hilo de Ariadna, se interna con la intención de ir descubriendo poco a poco sus secretos, con la esperanza oculta de dar con el tesoro de todos los tesoros, el Conocimiento Supremo, la Ecuación Única del Todo, la Clave de bóveda del Universo, la que le asegure el dominio total sobre la vida y la muerte. Intuye que está por ahí, en algún recodo, y con paso de hormiguita va recorriendo todos los caminos y todas las disciplinas, desvelando enigmas a cada paso, y volviendo después a recorrer el camino inverso agarrado a su hilo de Ariadna por si se da el caso de que, tras de un nuevo descubrimiento, se requiera rehacer otra vez todas las teorías, renombrar las leyes y empezar de nuevo.

Pero aquí no es como en la Religión. Cada territorio explorado ya permanece iluminado para siempre para todos los hombres. Se guardan registros de todo y no hay que volverlo a explorar. No hacen falta experiencias personales. El conocimiento científico es objetivo, impersonal y desapasionado, aunque se requiera de mucha pasión para lograrlo. Automáticamente, aunque sea un proceso lento en el tiempo, cada nuevo conocimiento logrado por la Ciencia se incorpora al acervo común de la Humanidad. Se exploran caminos paralelos y convergentes que después se unen, produciendo explosiones de saber que superan a las sumas individuales. El conocimiento científico es acumulativo, es compartido y es colectivo. Por ello mismo, la expansión del saber se está acelerando en progresión geométrica y nos está sumergiendo en una vorágine que amenaza ser incontrolable. Se está empezando a sospechar ya que no usamos a la Ciencia para conocer, sino que es la Ciencia misma la que nos usa a nosotros con propósitos oscuros, tal es el vértigo que comenzamos a sentir por la rapidez con que se está avanzando en algunas disciplinas. Comienzan a aparecer voces autorizadas que alertan sobre los progresos imposibles en inteligencia artificial, geoingeniería, biotecnología, robótica o nanotecnología. Existen videos en Youtube donde se proponen la creación de máquinas espirituales sustitutivas del hombre, simbiosis de éste y de la máquina, que alcanzarían previsiblemente la inmortalidad en 20 o 30 años.

Muy probablemente, si las jerarquías religiosas hubieran sido más moderadas, si la pasión religiosa de otros tiempos no hubiera sido tan exagerada y exarcebada, si la religión no se hubiera convertido en instrumento de coerción y tortura de la inteligencia del hombre, ésta no habría florecido de la forma que lo ha hecho. 

Ha sido la Religión con sus violentos excesos a lo largo de la historia la que ha alumbrado a la Ciencia, y ahora ésta amenaza con tragarse a la Religión. Está muy cerca. Ambas, Ciencia y Religión, se encuentran en una carrera competitiva por alcanzar de algún modo la inmortalidad y la vida eterno y parece que ahora, por primera vez en toda la historia conocida, la Ciencia lleva cierta ventaja. 

El único gancho que siempre ha tenido la Religión ha sido ofrecer el atractivo futuro de un paraíso eterno con el que se ha ganado las conciencias siglo tras siglo, generación tras generación, pero está siendo muy probable que sea la Ciencia la que consiga ofrecernos eso mismo y con ello se termine para siempre con la Religión. 

Se ha demostrado que en igualdad de condiciones, el hombre prefiere siempre la inteligencia a la fe.

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